
Es gracioso ver cómo después de cada jueves de trabajo de 7 a 15.30, otra vez nos quedamos una hora extra en el colegio para terminar todo lo que no hace falta pero queremos hacer (por amor al arte...) y venimos a casa a tomar un heladito y sentarnos a escribir un libro de psicología. Hasta las 10 de la noche.
Me impresiona ver cómo son las cosas cuando una encuentra su camino de vida... parece como que las cosas tienen más sentido, sabés para qué te levantás, y qué huellas querés dejar en el mundo...
Me canso, sí. Me estreso, sí, y terriblemente. Suelo decir que cuanto más trabajo con gente, más me gustan los laboratorios con ratitas. Trabajar con gente es cansador, porque son vidas, vidas que están en tus manos, vidas en las que podés influir de una manera positiva o negativa, depende de las ganas que le pongas y cuánto le aciertes a su problemática... el clásico rapport, saber llegarle... Pero es incomparable. A pesar de las noches en que no descansás porque seguís soñando con el problema de tu alumno. A pesar de las noches en las que nunca te llegás a dormir porque alucinás con exámenes. A pesar de todo eso.
Este libro es un pequeño regalo a todos esos estudiantes que quieren saber algo más, que quieren entender un poco más, que quieren estudiar un poco menos de memoria y un poco más desde el corazón (mejor dicho: hemisferio cerebral derecho) ...y sobre todo aquellos cuyo único acceso a la psicología va a ser nuestro libro (porque estamos buscando publicar con Fundación en Alianza, y sabemos que ellos destinan libros a zonas del país a las que nadie les da bola)
Y es, aparte, una deuda personal que tengo con mi profe Oliveira, mi profe de psicología y filosofía en el colegio, que hizo dos cosas invalorables por mí: 1. me terminó de convencer de que esas dos disciplinas que él enseñaba iban a ser los amores de mi vida (solo le faltaba enseñar pedagogía y metodología de la investigación para tener la cuestión completa), y 2. creyó en mí en los turbulentos años de mi adolescencia, cuando todos (los demás en el colegio) creían que mi descenso en picada era inevitable. En el estado mental calamitoso en el que estaba, él me decía que yo iba a hacer grandes avances en la psicología o en lo que después se me cantara trabajar. De más está decir que yo no le creía. Y él siguió insistiendo. Mejor dicho- machacándome con la idea de que iba a lograrlo. Me hizo prometer que le iba a dedicar mi primer libro. (Hoy, siendo psicóloga, y más todavía que justo le estoy leyendo al grande Milton Erickson, me doy cuenta del gran juego de palabras que eso era, de la gran influencia que tuvo una simple frase/promesa como esa en todo mi estado mental de ese momento) Por supuesto, ni pienso fallarle. Y cuanto antes cumpla mi promesa, mejor; soy una mujer de palabra...
Darle algo a una ciencia que una ama, creo que es una simple y pequeña muestra de agradecimiento. Este libro es de parte mía, para la psicología...
P.D. Nada Que Ver Del Día: Se sobreentiende que al decir amores de mi vida, no entran en competición con mi futuro marido, sino que se sitúan en diferentes categorías. Gracias por su comprensión.
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