Anteayer murió Stroessner. Han de estar sufriendo sus familiares y yo no me regocijo en el dolor ajeno; pero recordemos, a ellos no les importó tres carajos las miles de muertes y desapariciones. Así que yo no pienso realizar ningún acto de dolor. Al contrario: hay que RECORDAR LO QUE SUCEDIÓ PARA QUE NO VUELVA A PASAR NUNCA MÁS.
Aquí van unas pequeñas reflexiones extraídas de La Micrófona. En su página encontrarán más artículos al respecto: www.cde.org.py/lamicrofona4
La Micrófona 4
Boletín electrónico del Área Mujer del Centro de Documentación y Estudios (CDE)
Edición: Carolina Thiede
Nº 4 - 17 de agosto de 2006
Murió Alfredo Stroessner
El 16 de agosto de 2006 tiene gusto a final de algo, a pesar de que todo terminó oficialmente la madrugada del 2 y 3 de febrero de 1989. La dictadura de Alfredo Stroessner permaneció casi 35 años, pero las prácticas del autoritarismo, la corrupción y las violaciones sistemáticas a los derechos humanos durante su régimen persisten en la sociedad paraguaya.
Sólo los “Archivos del Terror” de la Policía Nacional —material documental descubierto en 1992— contienen unas 8.369 fichas de mujeres y hombres detenidos, muchos de ellos torturados, durante la dictadura. Hasta hoy no existen datos oficiales y fidedignos acerca de cuántas personas fueron desaparecidas, asesinadas y torturadas por la dictadura. Una de las investigaciones existentes, el Precio de la Paz, cuenta “[...] 190 personas detenidas-desaparecidas o ejecutadas extrajudicialmente en territorio paraguayo en el periodo 1954-1989”1.
Las víctimas directas de la dictadura y sus familias, junto a las personas comprometidas con la consolidación de una democracia basada en la justicia, esperan todavía resarcimiento integral y observan atentamente el trabajo del Defensor del Pueblo, nombrado recién en 2001. La ejecución de la Ley N° 838/96 “Que indemniza a víctimas de violaciones de derechos humanos durante la dictadura de 1954 a 1989” benefició en los últimos tres años a 879 paraguayos/as. En cuanto a los resultados de la Comisión de Verdad y Justicia, creada por ley en octubre de 2003 y actualmente en funciones, las expectativas son muchas.
Desde el Área Mujer del Centro de Documentación y Estudios compartimos nuestras impresiones, reflexiones y sentimientos a partir del reciente suceso, con la certeza de que nuestra memoria y compromiso de resistencia se une a muchas otras voluntades.
1 Blanch, José María, et. Al, El Precio de la Paz, Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch (CEPAG), Asunción, 1991, Citado en Valiente, Hugo, “Comisión de Verdad y Justicia en Paraguay: Confrontando el pasado autoritario”, Revista Novápolis [en línea]
La muerte de Stroessner: ¿Servirá para anclar memorias de la represión?
Por Myrian González Vera
La población paraguaya actual es mayoritariamente joven. El 70% tiene menos de 30 años de edad, según el último censo nacional. A propósito de la muerte del ex dictador Alfredo Stroessner, ocurrida el 16 de agosto, sería interesante preguntarse qué porcentaje de esta población joven sabe quién fue este militar que gobernó casi 35 años el Paraguay.
A 17 años de la caída de la dictadura, el país convive entre la democracia y el autoritarismo, entre la pobreza cada vez más creciente y la corrupción cada vez más generalizada. Cerca del 40% de la población económicamente activa presenta problemas de empleo, decenas de niños, niñas y adolescentes recorren calles y plazas juntando las pocas monedas que transeúntes hastiados pueden tirarles de vez en cuando. Hasta comunidades indígenas ocupan hoy las veredas con niños harapientos y mujeres desnutridas con pequeñas criaturas a cuestas.
Que la democracia no da de comer, que en dictadura “vivíamos mejor”, que el país necesita de mano dura, que 35 años fueron de paz y de progreso, que entre 1954 y 1989 “era feliz y no lo sabía”, son sentencias que se han escuchado muchas veces en estos años. ¿Qué respuestas institucionales se han dado a estas preguntas? Ninguna. La clase política –tanto la oficialista como la opositora– se ha esmerado en acumular acciones que muestran que con Stroessner no se fueron ni el autoritarismo, ni el prebendarismo, ni el despojo de la cosa pública.
Hoy se ha muerto Stroessner, pero el stronismo —entendido éste como un símbolo de poder autoritario, militarista, corrupto y prebendario— nunca dejó de existir en el Paraguay. Siempre estuvo presente en la política paraguaya, tímidamente en los primeros años de la transición, pero ya con fuerza visible desde los últimos años del siglo XX.
En los pocos libros escolares de Historia que se han escrito en estos años, Stroessner aparece como uno de los últimos presidentes “constitucionales” de la República, y se cuenta que en los distintos periodos de gobierno inauguró las principales obras de progreso que se pueden mencionar: la energía eléctrica, el agua potable, escuelas y colegios, la represa “más grande del mundo”, las rutas y caminos que unen pueblos y ciudades. En algunos libros dicen que fue un dictador. ¿Pero por qué un dictador? si fue electo una y otra vez por el pueblo, con porcentajes de votos crecientes en cada elección. Así era en términos estrictamente formales, pero entonces no fue posible denunciar que las elecciones no eran libres ni transparentes. Para crear una pseudo democracia electoral, Stroessner supo atraer a dirigentes opositores que competían con él en las elecciones a cambio de algunos cargos, especialmente en el Parlamento.
Entonces, ¿quién fue Stroessner? Un pueblo sin memoria es un pueblo que cometerá una y otra vez los mismos errores, dice por ahí una frase deshilachada por el tiempo. ¿Pero qué es lo que hemos olvidado de la dictadura stronista? ¿Acaso las centenas de hombres y mujeres perseguidos y torturados por sus ideas políticas contrarias al régimen? ¿O los muertos y desaparecidos que aparecen como presos políticos en las listas policiales que hoy están prolijamente guardadas en el Archivo del Terror? ¿Cuántos/as jóvenes conocen lo que guardan esos archivos policiales?
¿Hemos olvidado realmente que mientras una parte de la población paraguaya vivía con miedo, perseguida, reprimida, encarcelada, por sus ideas “subversivas” otra parte —nada despreciable por cierto— gozaba de las migas que dejaban caer grandes potentados políticos y económicos que se beneficiaban de los privilegios concedidos por el General?
No, quienes vivimos en dictadura y como muchas y muchos que soñábamos con su caída, no hemos olvidado. Pero tampoco hemos sabido transmitir a las generaciones más jóvenes una memoria de la dictadura que les permita conocer el pasado reciente durante el cual —al igual que otros países de la región del Cono Sur—, se apresó, torturó, asesinó e hizo desaparecer a hombres y mujeres que luchaban por un país democrático y libre. Pero también es porque quienes tienen otra versión de los hechos, quienes se han beneficiado de la dictadura y son sus herederos, todavía tienen más fuerza en sus mensajes, y sobre todo porque los gobiernos que le sucedieron a Stroessner no fueron mejores que los suyos.
La muerte de Stroessner —¡cuántas veces habremos esperado escuchar esta noticia!— quizá debería servirnos para intentar posicionar esa memoria de la represión, por lo menos para disputar en el espacio público a quienes hoy tratan de reivindicar la figura del “único líder y reconstructor de la patria”. Quizá su muerte nos ayude a anclar esa memoria de luchas, de utopías, de esperanzas truncadas, porque la vara de la justicia ya no le tocará a él.
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